Marihuana en Perú: Porqué cambié de opinión sobre el cannabis.

cannabis y el sistema inmune
Para seguir desarrollando la industria del cannabis en Perú primero se tiene que educar, mostrar la evidencia científica y cambiar los paradigmas... ¿Están listos?

Marihuana en Perú: Porqué cambié mi opinión sobre el cannabis.

Escrito por Raul Injoque, PhD

Cambio de paradigma sobre la marihuana

Crecí en el Perú, un país que como otros adoptó la Convención de 1961 para criminalizar el cultivo del cannabis. Para nosotros la «marihuana» estaba prohibida y mal vista.

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Este sesgo hizo difícil digerir los conceptos de cannabis medicinal que se fueron descubriendo en los 90. El peso de la evidencia científica me hizo cambiar de opinión; y no solo a mi, ya que en Diciembre 2020 la misma Organización de las Naciones Unidas reconoció al cannabis sativa como una hierba medicinal, descriminalizándola. Solo les tomó sesenta años darse cuenta del error y dar marcha atrás.

Los cambios de paradigma son siempre difíciles y la “fuerza de la costumbre” me llevó a pensar que «cannabis = marihuana = droga = malo”. La evidencia científica hoy en día es inmensa y sigue incrementando exponencialmente. Considero que estamos ante un punto de inflexión en lo que se refiere a enfermedades refractarias donde los tratamientos médicos ortodoxos no han logrado dar resultados. La fórmula a plantear ahora es Cannabis = tratamiento complementario y exitoso de enfermedades + un beneficio económico y social» por la inversión generada en esta nueva industria.

Cannabis: Las evidencias que me hicieron cambiar de opinión

Recordemos que el cannabis ha acompañado al hombre desde sus inicios, ayudándolo a vestirse, alimentarse, transportarse y también formando parte de sus ritos religiosos y culturales. 

Específicamente en América Latina existen registros que demuestran que los reyes de España promovieron el desarrollo del cultivo de lino y cannabis (cáñamo) en sus colonias. Las fibras de cáñamo se consideraban estratégicas, dado a que servían para la elaboración de telas y cuerdas para la navegación. 

En el reporte “Cannabis en Latinoamérica: la ola verde y los retos hacia la regulación”, escrito por Corda y su equipo en el 2019, se reporta que en 1796 el rey Carlos IV ordenó que se concedieran terrenos a “cualquier vasallo” que quisiera cultivar lino y cáñamo (cannabis) para promover estos cultivos. Es así como el cáñamo se introdujo en Chile en 1545 y en Perú en 1554. 

Chile se convirtió en un importante productor en el periodo colonial, procesando la fibra de cáñamo y estableciendo una industria que exportaba frazadas y sogas a España, convirtiéndose en el principal productor de semillas y de velas para barcos del imperio español.

Los usos del cannabis en la época colonial se complementaron con las costumbres de las poblaciones de esclavos de África occidental que llegaron a Brasil, Argentina y Uruguay, quienes fumaban cannabis en pipa para sus ritos culturales y religiosos. Con la prohibición de la esclavitud en la segunda mitad del siglo XIX, las colonias británicas del Caribe y las plantaciones bananeras de Centro América importaron mano de obra asiática para las labores agrícolas; aumentando en número de manera exponencial debido a la construcción del canal de Panamá. Estas migraciones asiáticas también trajeron el uso cultural del cannabis entre sus costumbres. 

El reporte de Corda (2019) también indica que en México hacia mediados del siglo XIX, el cannabis tenía un uso farmacológico enfatizando el uso psicoactivo de la planta. De hecho, el cannabis fue utilizado como parte de los remedios que ofrecían las farmacias entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Siglo XX: Prohibicionismo del cannabis y la ciencia

En el Siglo XX se fortalecieron los movimientos prohibicionistas debido a que la planta no solo se utilizaba por sus propiedades industriales y medicinales, sino también como un estupefaciente mayormente en las comunidades inmigrantes. La prohibición se concretó en Estados Unidos en 1937, y posteriormente en la ONU con la “Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes” que perseguía establecer parámetros para la fiscalización de estas sustancias a nivel internacional. Es así como uno de los cultivos más importantes de la historia humana pasó a ser criminalizada, prohibida y perdida. 

Esta prohibición no limitó la investigación, ya que durante la década del setenta un grupo de científicos Israelíes liderados por Raphael Mechoulam PhD siguió estudiando sobre los beneficios de la planta y descubrió los cannabinoides; siendo los principales el CBD, con un gran poder anti inflamatorio, y el THC, con efectos psicotrópicos responsable de los “vuelos” que el fumador de la flor siente. 

Hacia mediados de los 90s, el mismo grupo de investigación descubrió que el cuerpo humano produce anandamida, un neurotransmisor muy similar al THC, que cumplía funciones reguladoras muy importantes en el cuerpo. A esta red de receptores y neurotransmisores la llamaron el Sistema Endocannabinoide. Este descubrimiento inició un efecto dominó en el mundo científico,  político y posteriormente social que reivindicó las propiedades medicinales del cannabis.

Renacimiento de cannabis en LATAM

Corda (2019) en su reporte también indica que América Latina es la región del mundo con la mayor cantidad de países que tienen algún tipo de regulación para el uso medicinal o terapéutico del cannabis. Las distintas formas que los gobiernos han escogido para controlar el acceso al cannabis con fines medicinales van desde solo permitir la importación de medicamentos farmacéuticos o preparados medicinales, a complejos sistemas de reglamentación de cada uno de los eslabones de la cadena de producción, distribución y prescripción. 

Esto ocurre dentro del marco de las posibilidades dispuestas en el sistema internacional de fiscalización de sustancias, que dictan obligaciones a los estados para garantizar el acceso a las sustancias controladas para sus usos médicos y científicos”.

El cannabis y cáñamo: La oportunidad del desarrollo económico

De acuerdo a Corda (2019), la consultora Prohibition Partners (2018) estima que el mercado del cannabis medicinal en Latino América llegará a 8,500 millones de dólares para el 2028, con un estimado regional de 4,6 millones de pacientes. Asimismo, indica que la consultora Grand View Research (2019) estima que el mercado global de marihuana para el 2018 fue de 13 billones de dólares y que la marihuana medicinal representaba el 70 % del mercado. 

Las condiciones geográficas y climáticas de muchos países en LATAM son favorables para la industria del cannabis, razón por la cual existe gran interés por parte de industrias con gran capital en invertir en donde se está creando una regulación.

El caso de cannabis en Perú

El congreso peruano aprobó en octubre del 2017 la Ley 30681,  “Ley que regula el uso medicinal y terapéutico del cannabis y sus derivados” y recién en febrero del 2019, más de un año después, fue aprobada la reglamentación mediante el “Decreto Supremo 005-2019 SA”. 

De acuerdo a estudios epidemiológicos de enfermedades susceptibles de ser tratadas con cannabis, el número de pacientes que podrían beneficiarse en el Perú asciende a 640 mil personas. Para darle la oportunidad a pacientes de conseguir productos de calidad, es necesario informar a los médicos acerca de los estudios científicos existentes, los usos recomendados, así como también tener una red de distribución confiable y organizada para proveer a las farmacias en todo el Perú.

Existen cuatro indicadores clave para medir el progreso de la industria del cannabis medicinal en nuestro país: (1) número de pacientes registrados ante el Ministerio de Salud, (2) número de farmacias con licencia de expendio, (3) número de licencias de investigación y (4) número de licencias de producción.
El «Registro Nacional de Pacientes Usuarios del Cannabis y Derivados Para Uso Medicinal y Terapéutico» ha tenido un desarrollo muy saludable habiendo llegado a más de quince mil pacientes; este reporte muestra un ritmo de crecimiento exponencial.
Conoce más leyendo el manual de paciente RENPUC.

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El número de farmacias con licencias para trabajar con cannabis  llega a la fecha a menos de cincuenta, y estas están mayormente centralizadas en Lima, lo que para una población de más de medio millón de personas es muy limitada. Con respecto a la investigación y producción, es lamentable reportar que después de tres años de haber sido pasado el decreto aún no contamos con licencias aprobadas. Aparentemente en el Perú la ciencia y la lógica no son suficientes… Falta voluntad política para lograr estos cambios.

Como comentario final, el costo de la prohibición tiene dos flujos, el primero es lo que el estado gasta en fiscalización y controles (policía, aduanas entre otros) y el segundo es representado por los impuestos generados en la cadena de valor de la industria del cannabis. Haciendo números “a mano alzada”, se estima que esta industria podría llegar a aproximadamente US$100 millones en el 2025, ¿se imaginan la recaudación que generaría? Y sin mencionar lo que podría reflejarse si se permitiera trabajar con el cultivo del cannabis no psicoactivo. Esto podría traer exportaciones similares a la de los arándanos (¡alrededor de US$1.2 mil millones anuales! En un próximo blog, me dedicaré a hablar de este cultivo en específico). 

¿Qué puede hacer el estado peruano para acelerar la ejecución de la ley? La respuesta es muy simple: que hagan su trabajo, aprueben las primeras licencias y dejen a la industria privada trabajar.

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